Fiestas barriales del 9 de Julio: una tradición que merece volver

¿Qué pasó con el 9 de Julio?

Mientras los actos protocolares nacionales y provinciales ocupan titulares, transmitidos en directo por televisión y redes sociales, con autoridades formales y despliegues organizados, en muchos barrios el 9 de Julio pasó como un día más. Sin banda, sin plaza, sin comunidad.

¿Qué pasó con aquellas fiestas barriales del Día de la Independencia? ¿Qué pasó con esa tradición de encontrarnos en la esquina, llevar una olla de locro, escuchar a un vecino tocar una cueca o una zamba con su guitarra, compartir un mate o un chocolate caliente con tortitas bajo el frío invernal?

Muchos vecinos lo recuerdan bien: nos reuníamos temprano en la plaza, con escarapelas hechas en casa, entonábamos el himno acompañados por la banda de la policía o alguna escuela, y después, entre música folclórica —chacareras, gatos, zambas y cuecas— y risas, nos quedábamos horas celebrando algo que iba más allá de una fecha patria. Celebrábamos el encuentro.

Hoy, esas costumbres parecen haber quedado arrinconadas entre papeles viejos y anécdotas de abuelos. La vida se volvió más rápida, más individual, más digital. Pero también más fría. Y no por el clima.

Las fiestas barriales no eran solo festejos; eran momentos de identidad, de pertenencia, de construcción comunitaria. Eran oportunidades para que los chicos aprendieran de dónde vienen, para que los vecinos se reconocieran por su nombre, para que los talentos locales —la señora que cantaba una zamba, el joven que recitaba una poesía, el niño que tocaba el bombo— tuvieran un lugar.

Mientras tanto, en la actualidad, los actos oficiales son prolijos pero distantes. Perfectamente ordenados, pero vacíos de calor barrial. Se prioriza lo institucional, pero se pierde lo comunitario. Y cuando eso se pierde, se apaga algo muy profundo de nuestra vida cotidiana: la alegría de lo simple, de lo compartido.

Sabemos que organizar una fiesta barrial no es fácil. Que implica tiempo, permisos, recursos y coordinación. Pero también sabemos que, cuando hay voluntad política y comunitaria, todo eso se logra. Se logra cuando las prioridades no están solo en los grandes anuncios, sino también en los pequeños gestos que fortalecen el tejido vecinal.

Tal vez llegó el momento de recuperar esas celebraciones. De dejar de ver el 9 de Julio solo como un feriado largo o como una postal institucional. Tal vez es hora de volver a darle sentido desde lo cotidiano, desde lo barrial, desde lo que realmente nos hace sentir parte de una comunidad.

Porque la independencia también se celebra en comunidad. Y porque ningún proyecto de ciudad está completo si no se construye desde sus plazas, sus vecinos y sus memorias compartidas.

¿Y en tu barrio? ¿Cómo se vivió este 9 de Julio? ¿Qué tradiciones te gustaría recuperar?

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